Tendrás múltiples oportunidades de atestiguar un fenómeno psico-nutricional propio de análisis. El niño puede esbozar un sollozo o bien romper estrepitosamente en llanto e inmediatamente obtendrás la filosa pregunta: “No tiene hambre?” amablemente respondés “No, comió recién, tiene sueño”, comenzás a implementar la falible técnica que utilizas para dormir al pequeñin, por supuesto, esto demora los 5 minutos demás que permiten que tu interlocutor abandone el interrogatorio y sentencie: “Tiene hambre.” Si tenés suerte y tus prácticas hipnóticas duermen al niño, sólo bastará un soberbio asentimiento y la cabeza en alto del vencedor, el derrotado sabelotodo se retirara de la charla sin mediar palabra. Sin embargo, si la fortuna no te acompaña y el gurrumín se perpetúa en su desconsuelo, serás inevitablemente una madre desalmada que no alimenta bien al niño (aunque porte una adorable silueta redondeada).
NOTA: Señoras y señores, he aquí una verdad revelada, los bebés no siempre lloran por hambre.
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