Una vez convertida en madre, inevitablemente recorreras tus vivencias intentando rememorar arrullos, resumirás las interminables canciones de Maria Elena Walsh, y la aventura del Monoliso terminará cuando se olvide el cuchillo en el dulce de membrillo…
En fin, cantamos, cantamos, cantamos… bien, mal, regular, no importa.
Para las que no tenemos la suerte de tener una armoniosa voz, el pudor… la vergüenza… son sentimientos que a medida que observamos que nuestras agradables melodías serenan al niño, desaparecen por completo. Al principio el canturreo a penas se alza entre las voces del mundo exterior, a medida que el bebé va creciendo y necesitando un canto más enérgico y comprometido, como buena madre, en el medio del almuerzo del domingo, más de uno se va a sumar a cantar un hit a viva voz.
Henos ahí, por la calle, empujando un cochecito al ritmo desenfrenado de “Una pulga aventurera”. Despertamos miradas comprensivas de madres transeúntes, sonrisas socarronas de niñitos… Sorpresa! Eres toda una artista callejera!!!
NOTA: No hay nada más hermoso en el mundo que la sonrisa de tu hijo mientras escucha las terriblemente desentonadas estrofas de una canción probablemente pasada de moda.
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