
Caramba, caramba, caramba… pasan unos días y la situación se pone un poco peor, estoy toda lastimada... incluso sangrando… y mi pequeño tiburón se pone cada vez más regordete… Cuando se prende… se me escapan un par de lágrimas y aparece el padre de la criatura con cara de “que puedo hacer?” PONETE TETAS MAL PARIDO!!!!!!!!!!!!!!!
La realidad es que, como un suspiro, esos laaaargos 10 o 15 primeros días, se escurren entre los dedos, y como resultado tenemos la posibilidad de vivir el encuentro más maravilloso con nuestros hijos.
NOTA: Después los ataques feroces, esta mamá buzo continúa recorriendo los mares de la lactancia y ha desarrollado una gran fascinación por “el gran blanco”. Visito a mi tiburón cada tres horas, hemos aprendido juntos a reemplazar los ataques feroces por largos abrazos fraternos. Valió la pena.
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