miércoles, 6 de octubre de 2010

He domesticado a un "gran blanco".

Quisiera conocer el motivo por el cual, además de ser el momento más maravilloso de la tierra, nadie nos cuenta que la lactancia puede ser tan dolorosa. El caso es que una se prepara  9 meses para parir… y un rato después del glorioso momento de conocer el rostro de nuestro pedacito de cielo la cosa se pone realmente buena. Venimos a descubrir que dentro del frágil cuerpecito de nuestro hijo se esconde un gran tiburón blanco con una potencia de mordida de 1.8 toneladas.
Caramba, caramba, caramba… pasan unos días y la situación se pone un poco peor, estoy toda lastimada... incluso sangrando… y mi pequeño tiburón se pone cada vez más regordete… Cuando se prende… se me escapan un par de lágrimas y aparece el padre de la criatura con cara de “que puedo hacer?” PONETE TETAS MAL PARIDO!!!!!!!!!!!!!!!
La realidad es que, como un suspiro, esos laaaargos 10 o 15 primeros días, se escurren entre los dedos, y como resultado tenemos la posibilidad de vivir el encuentro más maravilloso con nuestros hijos.
NOTA: Después los ataques feroces, esta mamá buzo continúa recorriendo los mares de la lactancia y ha desarrollado una gran fascinación por “el gran blanco”. Visito a  mi tiburón cada tres horas, hemos aprendido juntos a reemplazar los ataques feroces por largos abrazos fraternos. Valió la pena.

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