Tropezamos una y otra vez, casi a diario diría, con el endiablado personaje de los chistes… Jaimito. El niño que hace gala de una simpatía tan sobresaliente como efímera, se hace notar en cualquier escenario, es así como disfrutarás de su histrionismo en un café subido a una silla aventándote bolitas de pan o en un cine saltando incansablemente en la butaca. Observamos perplejas el accionar del pequeño, fuente inagotable de toda clase de técnicas para perturbar la armonía ambiente e inmediatamente aparece la verdadera protagonista de esta historia: “Jaimito vení… dejá de torturar incansablemente a ese perrito, no ves que es un ser vivo …” y agrega como quien devela un enigma ancestral “mirá que la señora se va a enojar …” la madre.
El niño, con su desenfado característico, siempre persevera en su tarea y la madre en su pasividad, podremos observar como repite incesantemente el nombre del pequeño y todos sus apodos, puede adicionar alguna que otra palabra como “vení” o “basta”, alguna oración escueta como “le voy a contar a papá” pero no mucho más. Sus fallidos intentos por controlar al incontrolable no parecen desmoralizar a esta madre que permanece abulonada en su sitio comentando con su amiga la última tendencia de la moda.
NOTA: Jaimito tiene mamá.
1 comentario:
¿Una mamá que no le pega un grito con energía? ¿Una mamá que no se puede enojar? ¿Una mamá que prefiere convencerlo de que mejor no haga esas cosas y molestias en vez de prohibírselas terminantemente y evitar (con éxito y énfasis) que las lleve adelante?
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